EL BUQUICITO

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21 enero 2024

EL BUQUICITO NO. 897 LA VIRGEN DE ALTAGRACIA : RAÍCES Y LEYENDA

 Texto resumido: Alejandro Paulino Ramos

Raíces de una leyenda centenaria

Cuenta una leyenda que ya tiene más de quinientos años, que cuando se iniciaba la colonización española de la isla de Santo Domingo en el siglo XVI, en un lugar de la región Este que tenía por nombre Duey, pero que conocemos como Higüey, surgió un culto milagroso : la veneración de la santa imagen de la Virgen María, madre de Jesucristo, en la advocación de la “Alta Gracia” que Dios le concedió en su maternidad.

La leyenda tiene, como lo anota el sacerdote Fray Cipriano de Utrera, una temprana referencia en el continente europeo, mucho antes de que sucediera el descubrimiento de América, y que en la ciudad de Manzanares “situada en la Mancha, España adentro”, cuya población estuvo puesta debajo del patronato de Nuestra Señora de Alta Gracia, fue donde “existió para 1512 una imagen de la Virgen de Alta Gracia”, aunque no existen concluyentes pruebas que indiquen la vinculación de ese hecho con lo que aconteció décadas después en la isla de Santo Domingo

También dice el fraile que en la ciudad colonial , anexo al hospital de San Nicolás de Bari, existió, primero que en la región oriental, una humilde iglesia dedicada al culto de la Altagracia, lo que fue rechazado por el historiador Vetelio Alfau Durán, quien anota que el templo de Higüey “es el primer santuario que hicieron los católicos en la Española y por consiguiente es el primer Santuario” cristiano de todo el continente americano.

De todos modos, es en Higüey, donde se conserva el milagroso retrato, y fue la primera y donde tuvo vida la veneración por la imagen de la Virgen de la Altagracia.

Lo que Cuenta la Leyenda
Por allá, en el año de 1500, vivía en Higüey una “familia de católicos fervorosos, de origen español. En el seno de dicha familia, vivía un niña de catorce años , muy religiosa, a la cual la Virgen de la Altagracia se le apareció en sueños, informándole: “Soy la Virgen de la Altagracia y he venido a proteger a estas tierras de todas las calamidades. Todos los habitantes deberán invocarme en tiempo de adversidades y de infortunios y yo intercederé ante el Altísimo y los protegeré”.

“En una ocasión, y a principio de enero, el padre emprendió un viaje, recibiendo el encargo de su dos hijas, la mayor, pidió que le llevase vestidos, cintas, encajes y otros aderezos; la otra, a quien llamaban la Niña era, de espíritu recogido, entregada a las prácticas religiosas, encargó a su padre la Virgen de Altagracia.

“Extraña fue para él, que nunca había oído hablar de tal virgen, la petición de su hija; pero así y todo, ella le afirmó que la encontraría en su viaje.

“Habiendo buscado por todas partes, y no encontrándola, la solicitó de los canónigos del Cabildo y aun del mismo Arzobispo, quienes le contestaron que no existía tal advocación.

“Al pasar por Los Dos Ríos, pernoctó en la casa de un viejo amigo y cenando en familia, refiriendo el caso de la Virgen desconocida, manifestó el sentimiento de aparecerse en su casa, sin llevar el encargo que le había hecho su hija .

“A la sazón, un anciano de barba blanca, que había pedido le dejasen pasar allí la noche, desde el apartado rincón en que estaba sentado se puso en pie y, adelantándose hacia la mesa, dijo: ¿Qué no existe la Virgen de Altagracia? Yo la traigo conmigo.

“Y echando mano de su alforja, sacó el pergamino y desenvolvió la pintura en lienzo de una preciosa imagen que era la de María adorando a un recién nacido que estaba en sus pies en una cuna. Ante esta epifanía inesperada, todos admirados, cayeron de rodillas.

“Tocado de alegría, el rico propietario se apresuró a ofrecer al viejo aparecido lo que este le pidiese en ganados o monedas, por tan inestimable hallazgo. “Extendiendo su diestra el venerable anciano,—toma, llévasela a la Niña—le contestó, y volviendo la espalda se fue a su rincón.

“... El padre, viendo realizado el ideal de su fervorosa hija, le ofreció ganados o monedas al peregrino, invitándole a que pasase a su casa cuando quisiese . “Al rayar el nuevo día, se despertó y cuál fue su sorpresa al buscar y no encontrar por ninguna parte al misterioso aparecido.

“Cuenta la tradición que acompañada de varias personas, la piadosa doncella, recibió a su padre en el mismo lugar donde hoy se encuentra el Santuario de Higüey .

“Ella, al pie del naranjo que aún se conserva a pesar de los siglos, mostró a los concurrentes en aquel día 21 de enero, su soñada imagen y, desde ese momento, quedó establecido el venerado culto de la Virgen de Altagracia, confundida en sus principios con el nombre de la “Virgen de la Niña” (…)

Carlos Agramonte cuenta, que en una ocasión en la que la virgen comenzaba a ser adorada , había sido colocada en un pequeño altar donde se congregaban a venerarla. Pero una mañana, cuando la Niña fue a rezarle “se encontró con sorpresa de que la Virgen había desaparecido”.

Todos comenzaron a buscarla . “El sol se estaba echando, cuando Niña, muy triste, se encaminó hasta el árbol de naranjo para ponerse a llorar. Se sentó y al sentir el olor de las flores del naranjo, miró hacia arriba y vio que el lienzo de la Virgen de la Altagracia estaba en el árbol. La Niña alborotada gritó que la virgen había aparecido y bajaron el lienzo de lo alto de la mata, que por primera vez en su vida había florecido.



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