La Vega en sus Tiempos de Retretas, la Tanda y Wing Sang Long
Escrito por : Jorge Jorge
5-10-2012
5-10-2012
Carteret, New Jersey .Escribir estas memorias significa remontarme a más de seis décadas,y quitarle uno a uno el polvo a los recuerdos de aquel pequeño pueblo, como era entonces; tan pequeña era la ciudad, que del parque Duarte en un cerrar de ojos, se te mojaban los zapatos en el Camú, o te encontrabas debajo de la estatua de Don Gregorio Riva.

De los emigrantes llegados, me vienen a la mente: el español y querido, Don PelegrÃn Roberts, esposo de Doña Aleja DomÃnguez- dominicana- padres de la única hija Pilar, Doña Pilar Vda. Aude (EPD). Don PelegrÃn se dedicaba al negocio de peleterÃa, y la familia residÃa en la hoy Juan RodrÃguez, unas cuadras antes de llegar a la estatua- como se decÃa entonces.
Por otra parte estaba la familia Aude, cuyo Patriarca era Don Manuel Aude, comerciante árabe, amado esposo de Doña Panchita Núñez de Aude, oriunda de Taveras. El comercio de telas de Don Manuel, siempre estuvo localizado en la hoy Juan RodrÃguez, esquina Duarte. El matrimonio Aude- de un trato familiar con la familia Jorge- eran los padres de Manolo, Nagib, Nadin, César, Frank y las hembras Vira y Ramona. Doña Panchita era hermana del recordado comerciante Don Lolo y el Dr. Tobas Núñez. Doña Panchita era la madrina de mi hermana Gertrudis.
El venerado John Sang, que vino de la China muy joven - posiblemente emparentado con la familia Sang que se estableció en Santiago - escogió La Vega como cuna de su familia y terreno para sus negocios. El Royal Palace, para aquellos tiempos majestuosa estructura frente al parque Duarte fue su mayor aportación al comercio y carácter urbano de la ciudad. A pesar de venir de una cultura tan distante a la nuestra, logró vencer la barrera del idioma, llegando a ser uno de los hombres mas sociables y respetados del pueblo.
Otro querido comerciante, era José (el chino) con su tienda de zapatos en la Juan RodrÃguez, frente al Dr. Castro y Dr. Domingo Mota. José era el padre de Miledys, una hermosa, simpático y ágil muchacha, “que corrÃa descalza más que el carajo”
La entonces sociedad vegana, fiel a viejas tradiciones y costumbres de la época, se mantenÃa rÃgida y no se abrÃa democráticamente a los diversos núcleos que la formaban. Abolengo y apellido- más que estatus económico- determinaba posición y participación social.
Los tiempos y las libertades alcanzadas se han encargado de suavizar estas lÃneas divisorias, pero no se ha conseguido evitar la perdida de valores, el respeto al prójimo, y las buenas costumbres.
Siempre se oÃa esta historia- de un nuevo rico - próspero, pero no culto comerciante vegano- que de alguna forma, y por su recién adquirida posición económica, logró colarse y evadir la “bola negra” de la alta sociedad vegana. En cierta ocasión, ya con derecho a la piscina de uno de los clubes privados, decidió refrescase dándose un tirón -para ello decidió enjabonarse, y al tirarse… “llenó la piscina de espumas de jabón”.
A pesar de las pocas ventajas y estrechez económica en que nacimos y crecimos, los que hemos llegado y vivido hasta aquÃ, celebramos y contamos con regocijo, la época inocente, que nuevas generaciones nunca conocerán. Un buen amigo, era más que un hermano, y un buen vecino, muchas veces más que un familiar. Se vivÃa entonces en una aparente calma, pero por debajo se podÃa oÃr el rugir de los leones -el aparato brutal de la dictadura, socavando y dividiendo la sociedad.
Sin embargo, quien menos tu creÃas, te delataba ante el aparato represivo del régimen con tal que te cancelaran de tu empleo, y asà ocupar tu posición - te acostabas empleado de noche y amanecÃas al otro dÃa sin trabajo; si es que no mal preso, podÃas fácilmente perder la cabeza. Esto lo digo no sólo por experiencia, sino por lo vivido por familiares y miles de dominicanos de todo el paÃs.
Los años de mi niñez en esa, los llamarÃa yo “normales”, miembro de una familia de escasos recursos-como éramos la mayorÃa- sin embargo, quien sabe si esas mismas precariedades y desventajas, hicieron de nosotros mejores hombres y mujeres.
¡No puedo describir el placer que se sentÃa, cuando para jugar pelota tenias que hacer tu propia trocha y bate, hacer tus capuchines y chichiguas y asegurarte que pudieran volar!
Antes del arribo de la Penicilina, y diferentes antibióticos, era algo común ver mujeres y hombres con rámpanos y ulceras cancerosas en las piernas, mayormente procedentes de campos aledaños. Por igual, tanto en el pueblo como en los campos, personas adultas transitaban descalzos- eran tiempos en que muchos, no tenÃan ropa ni zapatos que ponerse.
No se quienes se acordarán que a menudo manadas de reses y recuas de caballos eran trasladados de una finca a otra, a través de la ciudad-para nosotros los muchachos divertido, pero muy peligroso.
La Vega de entonces si era culta de verdad. Se cultivaba la música, letras, las artes (artes manuales, economÃa domestica) y deportes. Mi familia tuvo la necesidad de emigrar, pero aquéllos que tuvieron la dicha de quedarse, pudieron disfrutar de la mejor enseñanza y de los mejores profesores de la época. La sociedad vegana llegó a tener agrupaciones musicales femeninas, y el teatro La Progresista fue escenario de famosas compañÃas teatrales extranjeras.
No obstante ,todo parece indicar que ya quedamos muy pocos veganos con el ánimo de recordar y escribir sobre la época inocente y hermosa. Cuando todavÃa la Semana Santa era motivo de resguardo y respeto, quien escribe, aunque pequeño, tuvo que caminar en muchas de las procesiones. Nunca olvido, la majestuosidad y solemnidad del guardia romano, con vestimenta del Vaticano-traje de rayas , casco y lanza. Me acuerdo que tenÃa los ojos verdes- usaba unas botas marrones y unas medias largas rojas (sin relación alguna, con Los medias rojas de Boston o Los pati-rojos de Cincinnati).
Los jueves y domingos en el parque, las retretas con “La mejor banda del mundo”, sus músicos todos con calidad de profesores. Su director Don Fellito MartÃnez Alba, “ Maestro de todo”, noble y ejemplar ciudadano- cuando de el hablamos podemos hasta percibir el olor de su pipa. Nunca será olvidado! En cierta ocasión- muy joven yo – en un almuerzo en La Vega, me tocó sentarme al lado del profesor, y este servidor, algo nervioso y sin saber de que conversarle, le ha preguntado: ¿Profesor… cuando es que el músico dominicano va a comenzar a componer buena música? a lo que este me contestó: “Cuando pueda comer”.
Nuestra banda municipal siempre fue cuna y escuela de grandes músicos-muchos son para mencionarlos todos- pero sobresalen dos Ãconos, tal vez más relevantes por sus condiciones de “Batutas”. Ellos son Andrés Del Villar- alto de ojos verdes, pero majestuoso por su estilo y figura de un portero de Castillo ingles. Fue su sustituto, siendo aún muy joven, Papi Gómez Javier, quien a la vez adquirió el garbo y elegancia de su predecesor- Papi fue galardón distinguido de la banda hasta la hora de su partida, en 2012 (E.P.D.).
Las retretas y las tandas los domingos acaparaban no sólo la atención de jóvenes, sino de adultos también; en ellas se fraguaban las edades, clases sociales, mejor dicho, el pueblo en general. En ese aspecto lucÃa La Vega como una sociedad que avanzaba, y que solo exigÃa el buen comportamiento y correctos modales . Darle las vueltas al parque durante el concierto, eran de las notas mas importantes de la noche–si buscabas un amigo y querÃas encontrarlo… solo le dabas la vuelta al revés al parque y en la multitud que venÃa, ahà se topaban..
El grupo de muchachos nos pasábamos la semana recolectando los cheles como fuera, vendiendo botellas, para ir a la tanda, pero en la noche y durante un receso de dar carreras en en el parque- si es que lográbamos hacer un serrucho para ir al Wing Sang Long a saborear los sabrosos pie-cremas. Me acuerdo que la última vez que le pedimos agua al chino (tal vez por quinta vez esa noche) después de un pie-crema, este nos dijo, “Váyanse a beber agua al rio de Jamo”.
Aquellos que nacimos y crecÃamos a finales de los años treinta, por lo menos yo, ahora puedo apreciar que vivÃamos en una especie de gigantesca burbuja de jabón, a través de la que- tal vez solo los adolescentes- lo veÃamos todo maravilloso, de múltiples colores, pero en mono-dimensión. Para nosotros La Vega con su Plazoleta era el mundo a toda su extensión, más allá de cuyas fronteras no habÃa, ni podÃa existir otra cosa.
El cuento de las Sánchez. Las hermanas Sánchez, eran quienes hacÃan las famosas melcochas, en la casa de esquinas en la calle Cristino Ceno detrás de la vieja catedral. Su casa hacÃa dirección esquinada cercana con el Royal Palace, cuya cocina desprendÃa un olor a comida sabrosa. En el patio y entorno de la casa de estas, habitaba un hambriento ratón, que siempre soñaba con emigrar a comer mejor. El primer dÃa que se decide a cruzar, y entrar por la cocina, lo primero que ve es un ratón atrapado y moribundo en una ratonera- asustado pega frenos, se da media vuelta y exclama:“ uuuhhh, mejoi a comei mieida p’a onde las Sánchez”.
Algunos me dicen, que acordarse de tantas cosas de antaño más que lo actual, son las indiscutibles señales de Alzheimer, lo cual estoy en completo desacuerdo .¡CARAMBA!, esta mañana al levantarme me dirigÃa a buscar algo al refrigerador- al abrir la puerta, ya habÃa olvidado lo que fui a buscar… ¡COJOLLOOOO!
chiconino@msn.com
Gracias por tan lindos recuerdos pero es bueno resaltar que esa hoy languideciente Banda Municipal de Música tuvo músicos que descollaron a nivel nacional e internacional como los fueron: Alfonso Caba, Andrés GarcÃa, Bomberito Zarzuela, Paquito Burgos, Tony Guzmán, Luis Ruiz, entre otros.
ResponderEliminarGracias por tan lindos recuerdos pero es bueno resaltar que esa hoy languideciente Banda Municipal de Música tuvo músicos que descollaron a nivel nacional e internacional como los fueron: Alfonso Caba, Andrés GarcÃa, Bomberito Zarzuela, Paquito Burgos, Tony Guzmán, Luis Ruiz, entre otros.
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