Nota del autor :
Después de casi un año, sin poder
caminar o haciéndolo usando un andador, finalmente he visto una luz al final
del tunel, como la única opción, para mis dolores crónicos.
Me fue instalado un dispositivo en la
columna, conectado a una batería que llevo
debajo de la piel en la parte baja
de la espalda. Esta batería tiene una duración de 9 años - siempre y cuando se
cuide y se cargue debidamente - . La
intensidad del dolor en el cuerpo, se controla con el uso de un control de
mano, conectado exteriormente a la batería. Esto lo he explicado en forma
simple, pero en realidad requiere un poco más de preparación.
Esto lo hago, para que el pueblo se
entere de este adelanto y que la ayuda es real. Para mas información , abajo está mi
dirección.
chiconino@msn.com
Por Jorge A Jorge Batista
Hace ya unos
cuantos años, que vengo escribiendo sobre mi querido pueblo, donde logro reunir anécdotas y
vivencias, lo que una vez llegado a las 8 décadas, me
calma la ansiedad de querer seguir jugando
pelota, a la vez evita el ponerme a tirar piedras.
Al decir de atrás pa´alante, me quería referir a que la vez pasada, comencé a describir el barrio, caminando desde la calle
Duarte y el cementerio, doblando en la calle Sánchez, hasta El Casino. Doblando
de nuevo a la derecha, hasta llegar al hoy Cuerpo de Bomberos, y sus calles
aledañas. Esta vez el antíguo cauce del desviado río Camú nos
sirve de punto de partida. Fácilmente pudimos haber comenzado describiendo la orilla opuesta del rio, caminando ya
hacia El Hatíco, divisándose en primer plano, la casa de Samuelito Moya. Cabe mencionar, que sus dos
hijos, de atléticas contexturas y buenos nadadores, eran siempre los primeros
en lanzarse al río, cuando crecía, arrastrando árboles, animales y hasta seres humanos.
Situados ya en
la hoy calle Juan Rodríguez - primeramente calle Comercio, y posteriormente Julia Molina - , reunía familias, como eramos todos, no solo muy pobres, sino de muy escasos recursos. El tramo desde
el Camú hasta la Plazoleta, fue la cuna además de hombres y mujeres
excepcionales y talentosos (as), incubadora de grandes músicos, pequeños comerciantes,
tabaqueros, y hoy, hombres de grandes empresas. Al comenzar la calle, a la
izquierda vivían músicos de la banda municipal, experimentados profesores, como
otros tantos, victimas de los tiempos y la falta de oportunidades. Ellos eran
Pililín y Puchulo Gómez.
Seguido de ellos,
doblando la primera calle a la izquierda, se llegaba al “ Tripero”. El Tripero
hasta los años 40, era el principal, o uno de los mataderos de La Vega, y el
Camú que le corría en la parte atrás, le servía de lavadero de las tripas , vísceras y demás desperdicios. “Creomo” su capataz o dueño, un espigado y
corpulento haitiano, fumador de pipa, muy querido y respetado por todos. Tranquilo y de poco hablar, era el mayor suplidor de vejigas al Carnaval Vegano
de entonces. El Tripero era una calle corta de gente humilde y buena, que
comenzaba en el matadero, y terminaba detrás del Cementerio Ornamental. Entre
los vecinos más y populares, estaba Moro ( pintor de brocha gorda), padre de
Oscar (boca de vaca )- bulloso, y quien usaba las vejigas más grandes y pesadas
del carnaval- 4 vejigas dentro de una.
En la mencionada
calle que va al Tripero, vivía Tiola (la rezadora) - madrina de una querida
amiga, y suegra de Luís (el Ciego) - . Autoritaria y mandona, de demanda para rezos y velorios, tenía a su cargo, las
clases de catecismo los domingos por las tardes, a las que asistíamos, todos
los niños católicos del barrio. Estas clases eran impartidas por Doña Tiola, en
una enramada techada de yaguas, en el patio de su casa. Eran los tiempos de
poca tolerancia y rivalidad entre las diferentes religiones.
Un domingo en
medio de nuestra clase de catecismo, se nos presentaron algunos miembros de otra religión (denominación no revelada), en tono de burla y provocación. Me
acuerdo que el Padre Arias - alto, fornido y muy dedicado a sus labores- , había
llegado, calmando con su presencia los ánimos y hostilidades. Cuando Doña Tiola
tomaba la palabra no se callaba. Sombrilla debajo del brazo, visitaba casi
todas las mañanas, la casa de Doña Lola. Era tanto lo que hablaba que llegaba
el momento en que Doña Lola con toda su paciencia le decía: ¡Tiola, por favor,
trata de callarte siquiera por un momento!
Pasando la casa
de Pililín y Puchulo Gómez, sin doblar para El Tripero, estaba la casa de
Ramoncíto y Doña Ana Vda. Espinal y su numerosa familia, victimas del horrible
asesinato del padre de la familia. Ramoncito Espinal, de tendencias
izquierdistas, inteligente y conocido enemigo del régimen, fue ultimado una
mañana en la calle Las Mercedes de la capital, mientras era llevado por una
patrulla del ejercito. Doña Ana, dama de arraigados principios religiosos e incalculables dotes morales,
guardó su luto en silencio. En silencio, y guardando un luto vestida de blanco.
Sus hijos nuestros recordados hermanos, vecinos y compañeros de juegos.
En el barrio,
las mujeres eran tan o más emprendedoras que los hombres, lavanderas, planchadoras,
operadoras de ventorrillos- se despachaba leña, carbón, manteca,casabe, y hasta
chicharrón. La comida no valía nada, pero la gente no tenia con que comprarla. Me acuerdo que hasta los años 60, un ciento de plátanos valía $3.00, y no había
como comprarlo. Ya años antes, durante la Segunda Guerra Mundial, la hambruna y escasez - el gas para el alumbrado y otros alimentos estaba racionados- se hacían sentir sobre la población. En medio de la situación, como en tantas
otras, hizo su aparición en el mercado: “Caquíto”, una especie de maíz triturado
que substituiría al arroz, que ya escareaba. Se comía con habichuelas, pero la
gente pronto se cansó y lo rechazó. A todo esto se oía la gente decir: “Caquíto
por la mañana, Caquíto al medio día, si Dios no mete su mano, Caquíto tres
veces al día”.
Nos situamos
entonces a una callecita que llegaba al río, a corta distancia de la calle de
los bomberos, y que más tarde llegó a llamarse: “ La Cueva del Maco”. Eran comunes,
las mujeres luchadoras, muchas veces con varios hijos, y escasos modos de vida. Ahí vivía una señora muy luchadora y querida por todos, que en tan adversas circunstanciaras, levantó su hijo -si este era único no lo sé- . Este muchachito, desde muy
temprano, dio señales de su inclinación por la electrónica. Se pasaba sus
tiempos libres, soldando alambritos e inventando raditos. Demostró que no
importa tu origen, o de donde vienes, no
son límites ni obstáculos para triunfar. Este jovencito del barrio- no sé si su
madre sobrevivió para ver su proeza- le cambió el rostro a La Vega, convirtió su
sueño y talento, en una prestigiosa entidad de los medios televisívos. Nos dejó
a destiempo, pero “ Su legado está”.
Así era nuestro
barrio; como el resto de la nación sufría las precariedades, miseria y excesos de una dictadura feroz. Aunque en voz baja, se venían tejiendo las fibras que
tejerían las cuerdas que un día, ahorcarían el tirano. Eventos como ese y el
cansancio de todo un pueblo, evitó el colapso de toda una generación- a la que
se podía llamar: “ Generación del Chocolate de Agua”- y de la Nación Dominicana
como país.
chiconino@msn.com
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