
Revista Tomado de la revista Muy Interesante,
escrito por Francisco Jódar
El
evangelio de Mateo habla de unos magos de Oriente, reverenciados astrónomos y astrólogos babilonios, que estudiaban los planetas, y estrella, interpretando el significado detrás de los sucesos cósmicos y que acudieron a Belén a adorar a Jesús recién nacido, guiados
"por una estrella" que se ha
convertido en un icono religioso a través de dos milenios de obras de arte y que ahora adorna millones de
belenes del mundo en cada Navidad.
Pero,
suponiendo que el fenómeno hubiera tenido lugar, ¿fue la estrella de Belén una
estrella, una supernova, una
conjunción planetaria, un suceso astronómico desconocido...?
Grant
Mathews, profesor de Astrofísica Teórica y Cosmología en la Universidad de
Notre Dame (EE. UU.), lleva más de diez años estudiando este enigma que ha
intrigado durante siglos a numerosos científicos, creyentes o no.
Una conjunción única
A
partir del análisis de registros históricos, astronómicos y bíblicos, Mathews
ha elaborado la hipótesis de que la "estrella" que guió a los magos
–tal vez sacerdotes zoroastrianos provenientes de Mesopotamia– fue en realidad
el producto visual de un alineamiento planetario
muy extraño ocurrido
en el año 6 a. C.
Durante
este alineamiento, el Sol, Júpiter, la Luna y Saturno se hallaban en la
constelación de Aries; Venus se encontraba en la vecina Piscis; y Mercurio y
Marte al otro lado, en la de Tauro. Además, el Sol estaba en el primer punto de
Aries, es decir, que el suceso ocurrió en pleno equinoccio de primavera (que
Jesús naciera en invierno fue una invención de siglos posteriores).
Según
relata Mathews en la web de su universidad, la presencia de Júpiter y la Luna
significaba el nacimiento de un líder con un destino especial. Saturno
era un símbolo de vida, al igual que la situación de Aries en el equinoccio de
primavera. El hecho de que el alineamiento se diera en Aries implicaba que
alguien muy importante acababa de venir al mundo.
"Los
magos podrían haber visto este fenómeno y reconocer que simbolizaba el
nacimiento de un gran líder en Judea,” dice Mathews, que ha realizado unos
cálculos sorprendentes: el próximo alineamiento similar ocurrirá en
16.000 años, y sin que el equinoccio de primavera esté en Aries.
Mathews añade que un alineamiento como el ocurrido en Belén hace dos milenios
no volverá a verse hasta dentro de medio millón de años, si es
que quedan en la Tierra humanos que sigan mirando al cielo.
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